miércoles, 10 de marzo de 2010

Había una veeeeeez:
(Me encanta empezar los cuentos así, jááá!)
Había una vez un arbolito lindo, llenito de hojas muyyyy verdes y tenía un ramillete de florcitas pequeñas, en forma de bolitas amarillas. En invierno seguía con hojas, todo el año, se llaman perennes.
Y su fruto era una bolita negra muy pequeña.
Ese árbol estaba en la casa de nuestro vecino, desde nuestro patio lo veíamos por encima del tapial.
Mamá se enojaba a veces, porque las semillas caían en nuestro jardín y prendían plantitas por todos los rincones. Ella nos pedía que las saquemos y tiremos a la basura, ya que no era grande nuestro patio, como para tener un árbol de tanta copa.
Hace pocas semanas llovíó demasiado. El árbol se fue poniendo raro, sus hojas estaban agachadas, tristes. Se fueron cayendo de a poco.
Y a los pocos días, cuando llevé mi pocillo de leche chocolatada sobre la mesita del patio, donde me encanta desayunar, ví que había más luz de sol que otros días.
¡Claro, ya no estaba el árbol de copa tan colmada de hojas verdes!
El  vecino lo había sacado.
Me da pena... son varios días que lo extraño, tanta belleza, verde, flores, frutos, sombra, frescura...
¡Cuánto nos dan los árboles! y a veces no los cuidamos.

¿Les enseño una canción picarona?

A ver si la estudian de memoria...
Dice:
"
"Érase una veeeez,
un ratoncito
de orejitas laaaargas y rabo cortiito.
Que se llamaaaba Don Requesón
por ser del gran queso,
¡un buen comilón!
Su cabecita
tenía dos ojos
chiquitititos de negro colooor.
Y su ociquito, rosado limpito,
¡dos graaandes bigotes!
como un gran señor.
Más Don Requesón,
no era obediente
y a su mamita
no le escuchó
muuuchos consejos,
sabios, prudentes,
y una mañanita  la calle cruzóóó.
La mamá lo puso
de penitencia
y el ratoncito, tres días lloró.

No debes cruzar
la calle solito
con mamá o papito
sí lo has de hacer,
lávate la cara y las manitos
ve a jugar hijito
y obedéceme.
Don Requesón salió muy contento
y hasta la noche jugó y jugó
hasta que la mami
lo llamó a la cena
y el ratoncito obediente, entró"


¿Les gustó? Ensayen, ensayen.



¿Vieron al Mono Pericles? más arriba, a la izquierda...
Él siempre tiene fiaca, pereza, es muy ocioso.
Eso es porque no sale a jugar
a la pelota,
ni corre en las veredas,
ni anda en triciclo ni bicicleta,
no juega a las bolitas,
ni a la mancha.
Se pasa el día adentro de su casa,
mirando tele o en la compu...

Mi mamá me enseñó que tenemos
que jugar todos los días un rato.
El aire nos limpia los pulmones
y así,  
no se nos tapan las narices cuando nos acostamos.
El sol nos fortalece los huesos, ¿lo sabías?
especialmente los de la cabeza.
Y el cansancio hace que después tengamos
buen apetito.
Si comemos bien, tenemos ganas de todo,
de estudiar, de jugar, correr,
nos reímos felices.
En cambio
los chicos que se quedan perezosos,
se duermen en todas partes, ¡qué vergüenza!
eso les pasa porque no comen bien
y les faltan fuerzas.
¡Mira, hasta pensamos mejor!
si nos alimentamos bien;
las operaciones de matemáticas
nos resultan más fáciles
y las terminamos rápido.
Eso es porque cuando corremos,
también corre mejor
la sangre
por nuestras venas y arterias;
 todo el cuerpo se alimenta de ella
y trabaja con ganas.

¡Les regalo esa pelota para que jueguen!


¡Es hermosa, cuántos colores!
Los colores y la música alegran nuestros corazones.
¡Besitos...!




Hoooolita, amores!

Me encanta saludarlos, como "Manolito".
Una vez, estaba lloviendo
y entré a una librería.
Saludé:
__¡Buenas tardes!
Y una señora me dijo:
__¿Te parece chiquita, que hoy es un buen día?
¡mira cómo llueve!
__Bueno señora, yo saludo por respeto
y además  cuando digo buenas tardes,
es lo que le estoy deseando.
¡Qué cosa, esa gente de mal humor!
De todos modos,
yo sigo saludando bien,
aunque haya truenos, viento, lluvia
o un hermoso sol.
¿Y tú?
¿saludas bien?
Es muy lindo que seamos respetuosos,
porque sea como sea el día
es un día más de VIDA
que nos regala Jesusito.
¿No crees?
También me encanta decir :¡Gracias! cuando recibo atenciones
de los demás.
¡Por favor! cuando necesito pedir algo.
¡Perdón! cuando me equivoco.
Un día no pedí perdón cuando
ofendí a una amiguita
y a la noche me dolía la panza
de la bronca que tenía.
En cambio, si pedimos perdón,
dormimos así de lindo ¡mira! :